Skip links

Identificar el talento en una Sociedad Líquida / “Fast-paced Society”

Muchos de los que lean estas líneas se habrán enfrentado, en un proceso de selección, a los rechazos por motivos de edad: unos por ser “mayores” y otros por ser demasiado “jóvenes”. Cosas del mercado laboral, se cree que la experiencia es un grado y la rechaza cuando la tiene en la puerta de la empresa, mientras los que no la tienen mendigan un puesto insípido para poder acumular aquello que a otros perjudica.

Sin embargo, algo está cambiando desde el punto de vista profesional, la tecnología nos envuelve y con el tiempo cambiará todo aquello que se pueda automatizar. Mientras por otro lado, cada vez son más importantes las habilidades sociales para los puestos de trabajo; esa parte del ser humano que de momento los robots tienen difícil imitar.

En esta sociedad que esté llegando a la locura por no parar, donde los WhatsApp’s echan humo y las personas leen noticias que tan solo duran horas, pasando al olvido inmediato porque otras las tapan, casi todo es efímero.

Consumimos información como si fuese un “fast-food” de un centro comercial en sábado por la tarde, lo cercano se hace lejano y lo que ocurre lejos está en la pantalla de tu tableta, devoramos información mientras a nuestro lado siguen ocurriendo cosas que no percibimos, tienes tu hamburguesa en una mano y el Smartphone en la otra.

En esta “fast-paced society[1] las experiencias de las personas han pasado a un primer plano, siempre ofreciendo lo que vamos construyendo, aprendiendo, viviendo y que nos va haciendo crecer personal y profesionalmente. Pero las empresas necesitan cierto “sosiego social”, que les permita avanzar por el camino menos incierto, no sea que la información no contrastada les lleve hacia una dirección sin salida.

En la búsqueda del camino adecuado las empresas no pueden dejarse llevar por estereotipos o prejuicios hacia los candidatos, solo por que tengan una edad o pertenezcan a una generación u otra. Deben ser conscientes de lo que pueden aportar unos y otros, porque el talento no conoce edades ni se puede clasificar por generaciones.

Si hablamos de candidatos “senior” tenemos la obligación de apreciar la experiencia de los “mayores” como un valor añadido que puede aportar a una empresa diferentes ventajas competitivas, como estas:

  • Adoptar una mirada sosegada frente a un entorno confuso.
  • Comparar con momentos similares para identificar los riesgos ya vividos.
  • Rechazar desde el principio todo aquello que ya fue descartado.
  • Aprender desde una visión de largo plazo.
  • Apreciar diferentes puntos de vista, sin renunciar a la identidad.
  • Mediar en una cultura de ganar-ganar, no esperando premios.

Cuando hablamos de experiencia siempre lo asociamos a una cierta edad cronológica, los años cargan nuestras pilas de experiencias, eso es cierto. Pero no es solo así, no necesariamente en esta fast-paced society donde el conocimiento se puede mover casi sin coste asociado.

Los “jóvenes” acumulan en este entorno esa experiencia que las “viejas organizaciones” no tienen, esa cultura que necesitan porque de lo contrario se quedan atrás.

Apreciar la experiencia de los “jóvenes” como un valor añadido en un candidato puede aportar a una empresa diferentes ventajas competitivas.

  • Estar atenta a las nuevas tendencias de la sociedad y entenderlas.
  • Comparar con otras experiencias actuales que ocurren en el mismo momento.
  • Rechazar desde el principio todo lo que no es identificado como válido ahora.
  • Aprender desde una visión de corto plazo, perder el miedo a los cambios.
  • Apreciar diferentes puntos de vista desde la igualdad, sin imposiciones, con tolerancia.
  • Mediar en una cultura del “feedback” continuo, donde todos se comunican con todos.

Así que flaco favor hacemos a nuestras organizaciones si en los procesos de selección discriminamos a los candidatos por edad, tanto por “mayores” como por “jóvenes”. Esa no es la cuestión, la verdadera pregunta es:

¿Tienes una política de conciliación generacional?


[1] Se puede interpretar como una sociedad que vive a un ritmo rápido o acelerado, considerada también como una sociedad líquida.